Soy sauce, de árbol y de salsa, a propósito del libro de Rubén Cantor

Didí Gutiérrez

No importa si es una margarita oriental en un florero o una amapola al borde del camino. Sus pétalos ya no son pétalos nada más: son labios, pliegues, respiración, cuerpo. Después de Georgia O´Keeffe, las flores ya no son flores y ya, sino erotismo, anatomía y misterio.

París fue, por mucho tiempo, la ciudad luz, con sus avenidas, sus baguettes y sus farolas. Pero después de Baudelaire, la ciudad moderna se volvió una criatura ambigua: decadente y bella, nauseabunda y sublime. Y ahora, para mí, cualquier calle húmeda en la madrugada transpira ese spleen que él nombró.

El silencio era incómodo, un hueco a llenar. Tras 4’33’’, dejó de ser ausencia para volverse música: los ruidos del público, el aire, los latidos. Ahora, cada vez que un silencio se prolonga, uno se pregunta si no estará sonando la partitura invisible de John Cage.

Veo cualquier urinario blanco, al menos a mí me pasa que no suelo frecuentarlos, ¿verdad?, y de inmediato pienso para mis adentros: “Duchamp estuvo aquí”.

Desde el mes pasado, veo un sanitario y primero me viene a la mente esa frase que les digo de Duchamp, pero ha llegado también alguien más a habitar mi percepción cuando aparece en mi camino un baño ajeno. Además de otra escritora muy querida a quien les recomiendo mucho que lean, Laura Sofía Rivero, por supuesto, en específico para lo que hoy concierne, su libro de ensayos Dios tiene tripas. Se ha instalado ahí, junto con ella, el escritor Rubén Cantor. Baia, baia, conque mucha gente está influyendo en lo que percibo de un tema tan privado como los baños.

Ayer, por ejemplo, mientras esperaba en la fila de los sanirent en el concierto de Oasis y tuve la ligera tentación de iniciar una conversación con la chica que me precedía en la fila porque ella traía esta camiseta que yo traigo hoy y quería preguntarle dónde la había comprado, en qué puesto pirata la había conseguido, me atacó un ligero retortijón en la panza, que no era motivado por la necesidad física que me tenía ahí, sino que pude identificar muy bien que era, nada más y nada menos, que el recuerdo de esta cita citable incluida en la nueva novela de Rubén Cantor, Soy sauce o soy sos, que es lo mismo, pero no es igual, y que nos reúne esta tarde aquí hoy. Acá va, miren: “Si estás en una fila esperando pasar al baño y alguien te pregunta lo que sea, tú hazte pato. No conviene hacer amistades en la fila del baño. Debes aspirar a algo más grande. Ahora sí que, aunque te vean como un alzado, no cedas. Tú vales mucho”. Ya sabrán ustedes si le hice la plática o no a la chava, si me sobajé o no.

Otra frase célebre, por ejemplo, ya que andamos en esto: “El mundo es un gran baño y tú puedes ser el rollo de papel o la mano que le jala al excusado. Decídete, por favor”.

El autor de estas perlas de sabiduría WC (podríamos denominar así esto, ¿no?), es Manuel, un preso del reclusorio sur, con aspiraciones literarias, que incluso dio talleres ahí en algún momento, pero como le gustaba más la lana se decantó por la superación personal, aprovechando su pasión y conocimiento sobre el papel de baño, al ser ese ángel guardián que te comparte un cuadrito cuando entras y ves que el dispensador está vacío. Y escribió su libro La ley de Manuel. Hubiera estado bueno que se llamara El manual de Manuel, para entrarle al mame.

Manuel es uno de los personajes que pueblan este universo delirante construido por Rubén, como ya es su costumbre. Baste leer sus cuentos en Kafkacóatl, donde hay ratones que dirigen universidades, o Norcorea, en la que un pueblito se cree la capital del mundo, y más recientemente Gala Tasaray, sobre la dulce venganza de una bibliotecaria. En Soy Sauce o soy sos, como decía, hay un gato llamado Mijail Bulgákov, que maúlla en ruso, una monja asesina, una maqueta donde viven los muertos, la amistad entrañable de dos adolescentes, una de ellas llamada Mabe, como la marca de lavadoras, y la presencia fantasmal de una mujer llamada Diana, que parece mover los hilos de toda esta historia.

Decía un artista visual tabasqueño que me gusta mucho, Gibrán Turón, que él pinta todo eso que le gustaría ver cómo se ve en pintura. Y esto parece una obviedad, pero lo cierto es que, si revisamos los motivos iconográficos que ha usado la pintura a lo largo del tiempo, nos daremos cuenta de que aparecen muy pocas cosas y que son tópicos ya, las flores, los animales, los humanos, pero, a ver, ¿alguien ha visto al Niñito Dios pintado Y me dirán, pues a lo mejor en los ex votos, pero ¿han visto al Niñito Dios vestido con su jersey del América? Pues no y qué bueno, porque sería horrible. Bueno, pues lo pueden ver en la obra de Gibrán, quien retoma la tradición católica de vestir al Niño Dios durante los festejos de La Candelaria, pero a su modo y su estilo.

Rubén Cantor hace lo mismo en literatura y a mí me encanta. Para que me entiendan mejor, ¿topan el meme ese de “Imagínate vivir en Noruega y perderte esto”? Ah, pues las escenas de Rubén: una competición de baile con música de los noventa, entre personas de la tercera edad; la típica exposición en clase con cartulinas y papel bond en la secundaria, en la que para explicar el tema de “derecho prehispánico”, el niño dibujó en sus láminas a Pedro Picapiedra extorsionando al poli de tránsito con unos piedrólares porque se quieren llevar su troncomóvil al corralón por conducir en estado de ebriedad, y es que el estudiante escuchó que la tarea era ilustrar el “derecho prehistórico”, no prehispánico. El propio Manuel, el coach del papel de baño, traba amistad con Mabe a partir de que la intenta extorsionar, haciéndose pasar por su tío que necesita dinero para darle una sorpresa a su supuesta esposa. Y termina siendo una pieza muy importante en la resolución del misterio que Mabe y su amiga Isabel, las dos protagonistas de esta novela, investigan y que, me encanta mucho también, es más parecido a un rally, en el que cada pista te lleva a otra y otra y te diviertes más y más.

Para terminar, pues, Soy sauce o soy sos, que como ya dije no es lo mismo, pero es igual y ustedes podrán descubrirlo si la leen, es una novela transgénero, lo mismo es una novela de aventuras, que de detectives, de terror, ciencia ficción, pero también un precioso homenaje a una amiga que, estoy segura, se está riendo muchísimo allá donde quiera que se encuentre, además de en esta precioso libro escrito por Rubén Cantor.

*Texto leído por Didí Gutiérrez en la presentación de "Soy sauce" de Rubén Cantor, el sábado 13 de septiembre en U-Tópicas.

Didí Gutiérrez

(Ciudad de México, 1983) es escritora, editora y periodista. Estudió Comunicación en la UNAM y Creación Literaria en la SOGEM. Obtuvo la beca Jóvenes Creadores FONCA, en cuento y novela. Coeditora del fanzine sobre moda y humor Pinche Chica Chic. Voz tras los micrófonos del programa radiofónico Se acabó el pastel. Autora del libro de cuentos Las Elegantes (Paraíso Perdido, 2021) y la novela La alegría del padre (Alfaguara, 2023).