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Vínculos Salvajes: reseña de Mi papá es un lobo de Martín García López

Mariana Hernández Vásquez

Adquirir un libro nuevo no es solo una experiencia intelectual, sino también un deleite sensorial: la vista, el tacto e incluso el olfato se involucran en ese primer encuentro. Cuando llegó a mis manos Mi papá es un lobo (2024), libro de cuentos de Martín García López (1992), lo primero que me atrajo fue su diseño sobrio y atractivo. La portada, con textura de líneas suaves y una ilustración de Alicia Gama Ontiveros, que parece recién trazada a lápiz, transmite una calidez artesanal difícil de ignorar. Sus páginas, de fácil manejo y una tipografía amable a la vista, completan una edición que se disfruta desde el primer instante.

Mi papá es un lobo (2024) reúne nueve cuentos del escritor queretano Martín García López, licenciado en Letras Hispánicas, becario del FONCA en la categoría de cuento en dos ocasiones y tres veces finalista en el concurso de cuento Luvina. En esta colección, sus relatos abordan temas como el amor, la pérdida, el miedo y la familia, explorados a través de atmósferas que transitan entre la fantasía y el realismo especulativo. A lo largo de los cuentos, nos encontramos con animales antropomórficos, escenarios postapocalípticos y mundos donde lo extraño se instala con naturalidad. Las historias, en su mayoría, son presentadas por un narrador protagonista que nos introduce directamente en su experiencia, en otras historias la voz narrativa es de un narrador extradiegético que nos cuenta todo desde afuera. Esta variedad de tópicos y perspectivas enriquecen la lectura y nos acercan a los intereses del autor.

Los cuentos de Martín García revelan un proceso creativo en tiempos de encierro e incertidumbre, especialmente en “Las abejas de Ozymandias”, que evoca momentos de aislamiento, miedo y la búsqueda de alivio en medio del caos. Aquí, nos presenta un mundo distópico infestado por abejas apocalípticas donde la aceptación y el deseo persisten sobre el conflicto. En una línea similar, “El hogar de Kimi” nos sitúa en un escenario postapocalíptico, sin presencia humana, donde los edificios hablan y los pingüinos gobiernan. Una historia de amor y empatía frente a la soledad y la melancolía por momentos que no volverán. Por su parte, “Un hombre simple” es una narración de tres días donde un hombre reflexiona sobre su papel como padre, esposo y ciudadano. Un interesante vistazo a cómo nos articula la cotidianidad incluso en momentos de inestabilidad. A su vez, “Retrato familiar” enlaza el arte con la videncia, los zombies y los gatitos. Un cuento tierno con tintes absurdos, donde el amor convive con la incertidumbre.

El cuento que le da nombre al libro es el único que alterna entre perspectivas narrativas. En él encontramos una historia de ausencia y dolor que, poco a poco, se transforma en una de aceptación y crecimiento. A través de la mirada infantil y una narración externa, el cuento explora temas como la paternidad, la identidad y el sentido de pertenencia. Por su parte, “Café capuchino” nos presenta la relación de un hombre con un mono capuchino enamorado de una mujer humana. Esta historia transita entre lo absurdo y lo melancólico, reflexionando sobre la empatía, la pérdida y la necesidad de conexión.

En lo personal, mis cuentos favoritos fueron “Perro fantasma” y “Las culebras de mamá”. Ambos abordan la pérdida de la madre y retratan distintas formas de vivir el proceso del duelo. La riqueza de estas historias no radica únicamente en la trama, sino también en la prosa rítmica y en las imágenes poéticas que el autor construye con sutileza y profundidad. También destaco “Los campeones no se precipitan”, donde la relación entre un boxeador y un pez se convierte en un espejo simbólico, en un doble. Con una narración visceral, el cuento indaga en temas como la ambición, la masculinidad y la búsqueda de identidad, transformando al boxeo en una metáfora de la vida, la resistencia y el fracaso.

La armonía con la que se entrelazan distintas corrientes literarias, la multiplicidad de escenarios y la variedad de personajes, hacen de este libro una propuesta atractiva. Además de la capacidad de abordar temas concéntricos desde perspectivas diversas, que van desde lo fantástico hasta lo íntimo y lo cotidiano. Esta pluralidad de enfoques, sumada a un estilo narrativo fresco y emotivo, convierte a este libro en una excelente opción para quienes buscan lecturas contemporáneas con propuestas narrativas originales y renovadoras.

Finalmente, me parece valioso reconocer el trabajo que hacen editoriales, como Cubierta Profunda, al acoger nuevos escritores y darles un espacio para publicar su obra. En un panorama editorial, donde abrirse camino llega a ser complicado para las voces jóvenes, iniciativas como esta permiten que esas voces encuentren lectores a través de la materialización de su trabajo. Apostar por los nuevos escritores es creer en las historias que aún no se han contado, pero que algún lector ya está esperando.

Mariana Hernández Vásquez

Estudiante de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana. Ha participado como ponente en congresos de literatura y de literatura de terror, así como en actividades de promoción a la lectura. También ha colaborado como voluntaria en ferias del libro en la ciudad de Xalapa y como parte del staff en distintos encuentros académicos.

Mi papá es un lobo

Mi papá es un lobo